18 20 21

REFLEXIONES EN TORNO A LA DOLORES


El busto del Príncipe Felipe preside el Salón de Té del Teatro Campoamor, de Oviedo, donde Antonio Sánchez Portero pronunció una conferencia.

Nadie es imprescindible. Pero unos menos que otros. Después de dedicar durante más de treinta años al servicio de Calatayud una importante etapa de mi vida y de conseguir lo impensable: reivindicar el nombre de la Dolores; que se rehabilite el Mesón; que se cree un Museo de la nada; y que la Dolores, en vez de ser un baldón, se convierta en importante base para la promoción turística; entre unos y otros, se me ninguna, se intenta marginarme, se me olvida y soy objeto de comportamientos personales incorrectos, entre ellos el de hacer oídos sordos a mis reiteradas sugerencias y reivindicaciones, y el que no se me permita el acceso al Museo en condiciones que me permiten dotarlo de nuevas piezas y mejorar las existentes.
El Museo de la Dolores (alabado por miles de visitantes, quienes plasman sus opiniones en el Libro de Firmas), es obra mía, tanto por el contenido de su infraestructura en los paneles fijos, como por el resto de los elementos que lo componen, de los cuales, un noventa por ciento, son míos y los he cedido para su exposición a cambio de una digamos simbólica cantidad de dinero, que a algunos debe de molestarles mucho que la perciba.
Como es lógico, la actitud que respecto al Museo se tiene conmigo, que he hecho pública en la prensa, es algo que no puedo consentir. Los aragoneses llevan fama de que cuando tienen razón son más tercos que una mula y, a veces, también son como ese universal y gran aragonés que se llamó Benedicto Trece. Yo me precio de ser aragonés; y da la casualidad de que creo me asiste la razón.
No se puede impunemente, por las buenas, o por las malas, incordiar, engañar, desoír, atropellar, tomar el pelo, ni aún a quien de prudente peca a veces de tonto. Porque, ¿en qué cabeza cabe que después de trabajar de la forma que lo he hecho por Calatayud (y no sólo con la Dolores, sino con la Antología de Poetas y con miles de artículos) me voy a conformar con lo que me está sucediendo por la digamos envidia o mala fe de algunos y la dejadez o que sé yo de otros? En ninguna cabeza. Pues eso. Sirva esta reflexión para aviso de mareantes.
Ahora que el Príncipe Felipe es plena actualidad, voy a contar una anécdota intranscendente, pero curiosa. Varios días antes de que viniera a Calatayud, las autoridades hicieron un recorrido por los lugares que iba a visitar. En el Museo de la Dolores, alguien tuvo la feliz idea de que se retirase inmediatamente el simpático y humano cuadro del Rey D. Juan Carlos. Y esta orden se cumplió a rajatabla, a pesar de que había conseguido yo una autorización de la Casa Real para que este cuadro presidiera el Museo.
Ante esta visita y por lo que represento en el tema de la Dolores, en el Mesón y en el Museo, le expuse al concejal de Cultura mi deseo de ser invitado para estar presente en este trascendental acontecimiento. Se me comunicó, excusándose en el protocolo, que era imposible. Había una invitación para la Asociación Cultural "La Dolores", con la que en aquel momento, antes y después ¾bien a mi pesar¾ no me puedo llevar peor. No quise incordiar y me resigné.
El día anterior a la visita estuve en el Museo por la mañana. A pesar de mi estado de ánimo ¾que se puede suponer¾, por no poder asistir a este acontecimiento como creo que me correspondía, al ver el hueco que había quedado, en el lugar más estratégico, al ser retirado el retrato de Su Majestad, mi reacción ¾yo soy así¾, fue la de recolocar los cuadros para que este espacio recobrase la normalidad estética y no se notase la falta del cuadro apartado.
Por la tarde, después del recital de Nacho del Río, organizado por el Centro de Día, del que mi esposa era la delegada de Cultura, se obsequió a los participantes a un vino. Donde menos me apetecía a mí acudir, en aquel momento, era al Mesón de la Dolores. Pero fue el lugar elegido.
Al entrar con el grupo, se dirigió a mí la encargada de la Hostería y me dijo que en la cafetería había unos señores que querían conocerme y que les firmase unos libros. Acudí encantado. Eran el jefe y los componentes de la escolta del Príncipe Felipe. Por lo que habían leído, les encantaba mi libro. Conocían mi actuación en el Mesón y en el Museo. Me felicitaron efusivamente. Estuvimos conversando cordialmente. Y no pude resistir la tentación de contarles las peripecias que me sucedían y que no estaba invitado a la visita. "¾Esto se soluciona fácilmente ¾me dijo el jefe de la escolta (omito el nombre por razones de seguridad). ¾Espera mañana a la puerta del Mesón, te acercas a mí, y te presentaré al Príncipe."
La cosa no podía ser más sencilla, y hubiese dado la campanada; pero ¾y desde entonces no he dejado de arrepentirme¾ por no dar qué hablar ni crear problemas, acordé con el jefe de la escolta que esperaría en mi casa su llamada a mi móvil. Pero no conté con que la visita del Príncipe se retrasó más de una hora ¾seguía sus pasos por televisión¾ y el jefe de la escolta, en estas circunstancias, en lo que menos podía pensar era en llamarme. Y no era ya cuestión desde Marivella, donde me encontraba, de echar a correr. Había dejado pasar una gratificante oportunidad.
Antes, había encargado al presidente de la Asociación "La Dolores", a la sazón D. Camilo Carnicer, que ya que no podía hacerlo yo, que él entregase al Príncipe uno de mis libros dedicado, y le recordé que le presentase el Libro de Oro para que firmase en él. O no pudo o no supo cumplir el encargo. Podía haberse figurado que al pretender acercarse al Príncipe por la espalda, podía sucederle lo que le ocurrió: que un escolta le dio un empujón que lo desplazó varios metros. Con lo sencillo que hubiese sido colocarse varios metros delante de la comitiva, en terreno despejado, y decir algo así: "Perdón, Alteza, deseamos obsequiarle con un libro sobre la Dolores y, si lo tiene a bien, nos gustaría que firmase en el Libro de Oro de este Museo." Le hubiese estrechado la mano. Y tendría una foto inolvidable. O anunciar con tiempo su deseo a la persona oportuna. Pero... El libro se lo envié por correo al Príncipe y me respondió cordialmente.
Respecto al cuadro de Su Majestad, puedo decir que la carta que posteriormente remití al Ayuntamiento, insatisfecho porque se prescindiera de este retrato, surtió efecto, y se encuentra dicho cuadro en el Museo; pero no en el sitio adecuado, o sea, presidiéndolo, sino junto a la entrada, donde lo han colocado indebidamente. Si no se atienden mis reiteradas peticiones de que esta situación se normalice, y el Ayuntamiento sigue pasando de este asunto y de otros que me atañen, no descarto enviar a la Casa del Rey un dossier en el que se recojan todas estas curiosas peripecias, y de tomar (bien sabe Dios que contra mi gusto) otras medidas que ya he anunciado.

Antonio Sánchez Portero

www.ladolores.net , 16 de junio de 2004