Opinión:
UNA FUNDAMENTAL APORTACIÓN A CALATAYUD
Por Agustín Sanmiguel


Amenazas a Sánchez Portero

Leí la carta en la Comarca de la pasada semana de Alfonso Asensio Becerril desmintiendo haber dicho que Antonio Sánchez Portero hubiera sufrido agresiones físicas. Y así será. Como algo anecdótico diré que en los días siguientes a la publicación de su primer libro sobre La Dolores, me encontré a muchos "Carcas" y "Fachas" bilbilitanos, o como se les quiera llamar, que estaban indignados. "¡A este hombre lo voy a matar!" Me dijo uno en el Paseo.

Y no era para menos. Después de la que nos cayó con la obra de Felíu y Codina y el pasodoble ("fue alegre pero fue buena"), y tras una época en la que era costumbre insultar y quizá apedrear a los que, maliciosamente, preguntaban desde el tren o el autobús por la Dolores, viene Antonio y la trastoca todo.

Después de la cursilería del certamen poético en desagravio a la mujer bilbilitana, parece que se había quedado en que Dolores era un personaje ficticio, en todo caso nacida en Daroca, y de intachable moral.

Pues según Antonio Sánchez Portero, La Dolores Peinador Narvión. No había nacido en Daroca sino en Calatayud, conservándose su partida de bautismo en la iglesia de San Juan el Real. Y no fue una humilde y virtuosa moza de mesón, sino una mujer de familia rica, que por problemas con su marido, debió de tener una turbulenta vida sentimental, por así decirlo.

Algo que hoy no llamaría la atención a nadie, y que es tema tedioso en las revistas del corazón. El libro de Antonio cayó como una bomba entre La clase conservadora bilbilitana. Mi tía Rosa Narvión se apresuraba a decir a cualquiera que nada tenía que ver con la Dolores. Como si volviéramos a los tiempos de la Inquisición, con La persecución de los conversos.

Pero, poco a poco, la gente de Calatayud fue asumiendo el personaje, real o ficticio, de La Dolores como uno más de los referentes de la ciudad. Prueba de ello fue la restauración de la posada de San Antón, donde Felíu y Codina, llamándolo Mesón de La Gaspara, ubica a la Dolores mesonera. Aunque hoy parezca increíble, en los años sesenta, cuando el mesón acaba de cerrar y se encontraba en relativo buen estado, el Ayuntamiento recibió una oferta del Ministerio de información y turismo, que creo que entonces presidía Manuel Fraga, para restaurar el mesón como hospedería o Parador Nacional. Parece difícil de creer, pero nuestro Ayuntamiento rechazó la oferta adjuntando un informe, sin firma, donde se decía que el personaje de la Dolores no aportaba nada positivo a Calatayud, y que el mesón carecía de interés artístico.

De desmentir lo último me encargué yo mismo en una comunicación al 4º Encuentro de Estudios Bilbilitanos, celebrado en octubre de 1993, donde dijo que, en origen, el mesón era un palacio del siglo XV, como se demostró al descubrir el ahora vistoso y antes oculto mirador de arquetes.

De desmentir lo primero se ocupó Antonio Sánchez, mostrando como La Dolores, quizá más la ficticia que la real, ha sido motivo de numerosas obras literarias, musicales y cinematográficas. Todos conocemos la magnífica ópera La Dolores de Tomás Bretón, o al menos su jota final con las coplas "Es de España y sus regiones" "Por una moza del barrio" y Grande como el mismo sol", que también interpreta la Coral Bilbilitana.

Afortunadamente el mesón no se restauró en los años sesenta, pues lo más probable es que se hiciera una chapuza. La exquisita restauración actual, obra de José María Valero, ha conseguido mantener al máximo todos los elementos originales. Y si a eso sigue una buena gestión y una buena cocina, el éxito está asegurado. ¿Quién lo iba a decir?

Volviendo al principio, hay que reconocer que prácticamente todo esto se debe a Antonio Sánchez Portero. No digo que haya que levantarle una estatua, o dedicarle una calle, que son cosas que, en todo caso, hay que hacer años después del fallecimiento. Pero sí hay que felicitarle por su labor, aunque es de losa pocas personas que han visto reconocido su trabajo en vida. Ahora está de "gira artística" por España. Enhorabuena.

LA COMARCA, viernes, 22 de febrero de 2002