UN ESTABLECIMIENTO LLENO DE HISTORIA
Construido en el siglo XV, el edificio donde hoy se sitúa el Mesón de la Dolores fue en su
origen un palacio renacentista aragonés que perteneció a los
marqueses de Ayerbe. Después de
pasar a manos de otros particulares, se convirtió en la Posada
de San Antón, que cerró en 1963.
En 1995 comenzaron las gestiones para la subsiguiente
rehabilitación de la construcción, que
comenzaron con la adquisición de lo que quedaba del edificio, en
aquellos momentos en un
lamentable estado de ruina, por parte del Ayuntamiento de
Calatayud. A finales de 1996
comenzaron las obras de restauración, en las que se respetaron
cuidadosamente las
características propias de la antigua Posada de San Antón, y
que tuvieron como director al
arquitecto José María Valero, que desde el primer momento se
mostró entusiasmado por un
proyecto de tal envergadura.
Los costes totales del proyecto de rehabilitación del Mesón de
la Dolores ascendieron a 400
millones de pesetas, y las obras culminaron con si inauguración,
el uno de junio, coincidiendo
con la festividad de San Íñigo, uno de los patrones de
Calatayud. En la actual conformación del
mesón se mantiene la arquitectura primigenia del edificio, en
las que permanecen todas las
habitación y como estaban en el siglo pasado, cuando comenzó a
propagarse la copla de la
Dolores. La parte más reformada ha sido la bodega, de estilo
gótico, en la que se ha habilitado
un museo etnográfico en donde se pueden contemplar aperos del
campo y otros utensilios de la
vida cotidiana de hace un siglo.
Por lo que se refiere al restaurante del mesón, está a cargo de
José Antonio Peiró, un cocinero
de amplia experiencia que señala que "preparamos todo tipo
de platos, con preferencia por la
cocina autóctona". Como platos típicos, Peiró apunta
"unos garbanzos con congrio, que son muy
populares en Calatayud, o las patatas con bacalao", así
como la amplia gama de embutidos hechos
en la localidad, de los que destaca sus fardeles. La oferta de
platos se complementa a su vez
con una buena carta de vinos, "la mayor parte de la
tierra".
Los salones habilitados como comedor tienen capacidad para unas
120 personas, y el propio José
Antonio Peiró indica las distintas partes en las que están
divididos: "Tenemos la parte donde
están los cuadros, luego lo que era la antigua cocina, el
lavadero, el balconcillo y la parte nueva".
El hincapié en la cocina aragonesa, que ocupa un noventa por
cien de la carta, no impide que la
oferta gastronómica sea limitada, y pueden degustarse creaciones
tan originales como las
truchas en hojaldre. "Al principio parece que la gente no
esta muy dispuesta a probarlas, había
una especie de rechazo. Pero luego se animaron, y casi todos los
que las han comido, han
repetido", asegura José Antonio Peiró.
La carta
Además de dos menús diarios, el restaurante del Mesón de la
Dolores ofrece en su carta una
selección de especialidades, llamadas "las otras cosicas
del chef Peiró". Se trata de un
variado repertorio gastronómico, en donde pueden encontrarse
delicias como la "ensaladica de
langostinos con su salsica rosa", la "cazuelica de
borrajas con mollejas", el "entrecot al
vermout de Calatayud", la "trucha a las almendras al
roquefort" o la "merluza con almejas y
gambas a mi manera". Entre estas "cosicas"
también hay sitio para los postres, como las
"canicas de chocolate rellenas con crema de queso y trocicos
de marrón glacé al brandy", la
"sopica de moras coloradas al cava" o el "helado
de leche merengada en tartaleta encima de
salsa de frambuesas", con los que poner un suculento punto
final a una opípara lifara dentro de
un marco incomparable.
El Periódico de Aragón (5-11-99)