El Mesón 1999.

¿PARA CUANDO LA EXALTACIÓN DE LA DOLORES?


Foto Antología GNuestra Antología de "La dolores" Organizada en 1996 por la Asociación cultural que lleva su nombre.

Conforme voy adentrándome en el estudio de la Dolores, de este mítico personaje, me voy afianzando en la convicción de que no hemos sabido los bilbilitanos afrontar este tema de la manera más adecuada a los intereses de Calatayud.
Todo lo que hemos hecho hasta hace bien poco es adoptar una postura de “culpa”. ¿Por qué? Y actuar, en consecuencia, a la defensiva ante lo que ancestralmente considerábamos un insulto, una agresión, un atentado contra el buen nombre de nuestras féminas, descartando cualquier otra consideración.


Quizá esta actitud se deba al desconocimiento. Desde que comenzó a germinar la leyenda hasta nuestros días, la laguna del siglo y medio existente se ha llenado —a nivel popular— con una copla que nadie sabía cuándo ni cómo surgió, un drama, un folletín-novela, una ópera, películas, canciones y raudales de fantasía, caldo de cultivo idóneo para que siguiese el proceso de mitificación de este singular personaje.
Y se ha llegado a la paradoja de sentir orgullo, complacencia y deleite por las escenas del drama de Feliú, por los compases de la ópera de Bretón, o por el conocimiento universal que ha proporcionado de Calatayud, a la par que se renegaba de la Dolores y se hubiese hecho lo imposibles por borrar su memoria, basado en unos prejuicios que omito calificar.
Pero hubo un momento clave, desencadenado por la proyección de la película muda de Thous, en el que se pudo cambiar el signo de esta historia. Me estoy refiriendo al verano de1924. Fue cuando se gestó y llevó a cabo la “Fiesta-Homenaje (en desagravio) a al mujer bilbilitana”. Desagravio, ¿a santo de qué? No faltaron voces que con buen sentido se opusieron. De nada sirvió. Los “bien intencionados” con Darío Pérez al frente —excelente periodista y mejor persona— y la colaboración del Ayuntamiento de Calatayud, organizaron una fiesta espléndida, espectacular y de gran resonancia nacional e internacional. Aunque si lo que pretendían era que la repercusión de la famosa copla cambiase de sentido, buscando una reivindicación imposible, les salió el tiro por la culata y consiguieron lo contrario de lo que perseguían.
Estimo razonable que con el “Homenaje” se equivocaron. No había motivos para desagraviar a la mujer bilbilitana. Lo oportuno hubiera sido —puestos a hacer algo— una “Fiesta de Exaltación de la Dolores”. Con su celebración se hubiese cogido el toro por los cuernos, acallando las voces malintencionadas y cortando de raíz las ganas de que se pitorreasen de nosotros, como lo han venido haciendo.

Calendario.
Imagen procedente de un calendario.
Arreglos imagen AJSG

Motivos para la “Exaltación” los había. El drama de Feliú y Codina, el folletín —novela del mismo autor “La Dolores. Historia de una copla”; la ópera de Bretón, que había dado la vuelta al mundo. Y varias películas. Pero, además, los intelectuales deberían saber —y si no era así pecaban— que la Dolores había generado una ‘Sinfonía’ del maestro Obiols, estrenada en 1867; la ópera de Auteri mazocchi, estrenada en Florencia, en 1875, una “Tanda de Valses”, de Emile Wandteufel, 1880; la ópera cómica de Henri Desiré Prys, estrenada en Tournai (Bélgica), en 1883; la ópera de André Pollonnais, estrenada en Niza, en 1887; el mimodrama musical de Adams y de Sentís, en Marsella, 1912; la opereta Robert Stolz, Budapest, 1919, y una “Serenata” de Carosio, de este mismo año.
Todo este cúmulo de obras, y otras muchas más posteriores a 1924, que poco a poco he ido rescatando del olvido, con la colaboración del investigador catalán Antonio Massísimo, conforman un tesoro cultural de primera magnitud, difícilmente repetible, y explican el porqué de la dimensión universal que ha alcanzado la Dolores. Aún se está a tiempo de enmendar errores pasados y de rescatar para Calatayud, con todas sus consecuencias —que solo pueden ser positivas— a esta Dolores real y mítica que tanta fama nos ha dado y que reclama a voces, sin pedirlo, la aceptación sin reticencias por parte de sus paisanos de su figura como principio de una reivindicación total.

Antonio Sánchez Portero
(5 de septiembre de 1993)

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