El Mesón 1999.

LA NIETA DE LA DOLORES


Postal remitida por Antonio Gala Postal remitida por Antonio Gala, que recibió el autor Antonio Sánchez Portero.
N

o se me hubiera ocurrido decir nada sobre los tejemanejes de Coditel, aunque me repatean desde mi condición de sufrido consumidor. Y me parece bien que Antonio Gala, en “La tronera” de “El Mundo”, ponga las peras a cuarto a la desordenada, egoísta, respondona y sinvergüenza nieta de la omnipotente Compañía Telefónica. Pero lo que no encuentro de recibo es que lo haga sacando a relucir a una supuesta “nieta” de la Dolores, citando una copla que no viene a cuento.

De acuerdo que la Dolores es universalmente famosa y, por tanto, muy socorrido que lo mismo sirva para un roto que para un descosido. Pero uno está ya harto de que, a veces, se use su nombre peyorativamente. Que la fama de la Dolores se sustenta en una circunstancia equívoca, es suficientemente conocido. Y puede que en ello haya un punto de verdad. Aunque, no es menos cierto que, sólo por esos “favores”, que según dice la copla hizo, se alcance la universalidad. Tuvieron que concurrir en la vida de esta singular mujer, que discurrió a mediados del siglo pasado, un cúmulo de circunstancias excepcionales para que se fijaran en ella y fuera llevada a los escenarios, el pentagrama y al celuloide, convirtiéndola en un personaje mítica.

Lámina del grafiasta Eusebio Planas Y no me estoy refiriendo a las obras que por estar en la mente de los lectores omito nombrar. Escarbando en la estela que ha dejado esta fabulosa mujer, me he topado, gracias a la colaboración de los amigos Ciarra y Massísimo, con la ópera “Dolores” (Florencia, 1875), de Auteri Manzocchi, interpretada por Gayarre; Y con las homónimas de Henri Desiré Prys (Tournai, Bélgica, 1883); de André Pollonnais (Niza, 1897), cantada por la genial Adelina Patti; el mimodrama musical de Adams y de Sentís (Marsella, 1912); Y con la opereta del austríaco Robert Stolz (Budapest, 1919). También, entre otras muchas obras diversas, con una tanda, de valses titulada “Dolores” (1880), del compositor Emile Waldteufel.

Por todo este impresionante palmarés y, sobre todo, por el respeto que se merece un pueblo que puede sentirse ofendido por la extemporánea cita, rogaría a Antonio Gala que, ya que ha usado el nombre de la Dolores —no diré que en vano, pero sí arrimando el ascua a su comentario—, reivindique de alguna manera, como él sabe hacerlo, a esta sufrida y glorificada mujer.

Antonio Gala

Gracias por esa aclaración sobre su personaje que está —por una anécdota que contaré algún día— vinculado a mi infancia.

De todo corazón.

Ah, y de paso, los lectores que nos recreamos con su pluma, le estaríamos agradecidos si nos contara esa anécdota de su niñez vinculada con la Dolores. No con la de Calatayud, supongo, sino con esa que para distinguirla podríamos denominar “andaluza”. La de la conseja popular: “De Antequera, la montera; y de Salares, la Dolores”. Pero esta es otra historia.

Antonio Sánchez Portero
(16 de agosto de 1992)

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