EL MESÓN DE LA DOLORES
Al fondo, esta ruina se ha convertido en cafetería. Antonio Sánchez Portero, diciembre de 1994. Inexorable es el destino de los edificios deshabitados: la ruina los acoge, se desmoronan lentamente hasta convertirse en escombros. Así, hermosas mansiones, que nuestra infancia contempló y hoy ruinas sin rostro y sin futuro. Así, uno de los últimos mesones aragoneses de antaño, la bilbilitana posada de San Antón, popularmente llamado mesón de la Dolores. Su descripción minuciosa por el escritor Feliú y Codina, que lo situó en la plaza de Mesones, en Calatayud, con suficientes datos para su identificación, lo convirtieron en leyenda. Este enorme caserón, que aún conserva la estructura de las grandes posadas aragonesas del pasado siglo, agoniza en silencio. En 1964 fue cerrado definitivamente, desde entonces el tiempo ha sido su enemigo. Tal vez sea el reflejo de un mito todavía joven, el de la Dolores, que los bilbilitanos no han terminado de aceptar. El escritor Antonio Sánchez Portero, investigador de los motivos reales que inspiraron las obras de Feliú y Codina, explica así la situación actual de la leyenda bilbilitana:
Patio interior. En la actualidad cubierto con una cristalera practicable.— “No podía ni imaginarse la niña o la mozuela Petra María de los Dolores Peinador, nacida en la primavera de 1819, que pasadas las décadas y las centurias su nombre iba a ser conocido en todo el mundo, aureolado por una equívoca fama.
Quizá no sea ajena a su destino su excepcional belleza —más bien alta, sonrosada de piel, azules los ojos, más aun que su belleza atraía el señorío de su porte y más que su gentileza la sugestión de la mirada— que determinó que la joven y bella Dolores quedase marcada por la conocida copla popular que un anónimo autor compusiera.
Al margen de la realidad, ¡quién se acuerda ya de esa triste historia! Queda el legado vivo de unas piezas musicales de excepción, unas obras dramáticas, una novela, media docena de películas, unos pasodobles famosos... Y, sobre todo, queda la leyenda, que nos obliga a los bilbilitanos a afrontarla, potenciaría y, por qué no, a quererla cono a un rico presente con que nos ha obsequiado el devenir de los tiempos y que no debemos dejar que se pierda entre la indiferencia y un absurdo y trasnochado sentimiento de vergüenza, del que por fortuna sólo quedan algunos flecos...”
Esta antigüa cuadra, se ha convertido en el «Museo de La Dolores». Esta leyenda, que Sánchez Portero sitúa dentro de un olvido voluntario por parte de quienes deberían amarla, está perdiendo su principal escenario. Todavía permanecen de pie los muros, los arcos de otro tiempo, las escaleras donde el soñador adivina la presencia de la mítica Dolores... Todavía las cuadras y la imponente bodega y los comedores, la cocina ya muerta, las habitaciones que albergaron sueños y soledades, el pozo destrozado, el amplio y chismoso granero lleno de inscripciones fechadas y firmadas... Justo es dedicarle un recuerdo a la que fue posada de San Antón, probable inspiradora de leyendas y, ya herido su indudable valor etnográfico, acusadora del pudoroso orgullo y la desidia de quienes la han condenado al olvido total.
José Verón Gormaz
(2 de marzo de 1991)