LOS DOS ESTRENOS DE "LA
DOLORES"
Javier Barreiro.- José Felíu y Codina era un autor de segunda
fila que apenas había estrenado fuera de su Cataluña natal. La
copla que muchos años antes oyera en la estación de Binéfar
dio lugar a un romance, publicado en el semanario "El
Chiste", que bastantes años después decidió incluir en su
drama. Una vez lo tuvo escrito, se lo ofreció al famoso
actor-empresario Rafael Calvo, que lo rechazó, y lo mismo
ocurrió con otras compañías.
Intentó venderlo por 125 pesetas, lo que tampoco logró.
Finalmente, pudo estrenarlo el 10 de noviembre de 1892 en el
teatro Novedades de Barcelona, con una compañía de poco
renombre en la que Carlota de Mena hacía el papel de Dolores,
Federico Parreño, el de Lázaro y Ricardo Simó, el único actor
relativamente conocido, el de Rojas, el sargento andaluz. El
drama tuvo cierto éxito y se representó también en Zaragoza y
ciertas provincias, pero no dejó de considerarse como una más
de las muchas obras que tenían lo aragonés como motivo y se
movían dentro de unas coordenadas previsibles. Tardó, pues,
varios meses en que fuera aceptado en Madrid, para lo que el
autor se sirvió de su amistad con Emilio Mario, director de la
compañía del Teatro de la Comedia.
Este teatro era frecuentado por un público burgués que
consideraba de poco gusto las obras rurales y regionales, por lo
que Mario, que había fracasado con otra obra de Felíu y Codina,
decidió estrenarlo, como de relleno, a título de
"experiencia" y en las peores condiciones posibles:
bien avanzada la temporada, en un domingo que coincidía además
con la onomástica de innumerables Pepes, en el tercer turno de
abono y con el público cansado de obras y beneficios de
artistas. Esta "experiencia" constituyó un antecedente
del éxito de "Juan José" (1895), del bilbilitano
Joaquín Dicenta, drama con protagonistas proletarios, cuyo
estreno en este teatro se consideraba una insensatez. Sin
embargo, se convirtió en la obra cumbre de su género y, tras el
"Tenorio", probablemente, la más representada en el
teatro español desde su estreno hasta 1936.
Por otra parte, la compañía no confiaba en la obra y se ensayó
a desgana y con grandes reservas, sobre todo por parte de María
Guerrero, que hasta lloraba, aunque después se adentró en el
papel de tal modo que conservó el acento aragonés durante mucho
tiempo, incluso mientras representaba otro tipo de obras. María
Guerrero estaba en sus inicios, y aún no se había convertido en
la gran dama del teatro español en que se constituyó durante
mucho tiempo. Su personaje era muy diferente a los de su habitual
repertorio dramático, con el que se había revelado poco antes,
concretamente, en el papel de protagonista de "Mariana"
de don José Echegaray. El resto de los actores se distribuyó
los papeles un poco al buen tun tun. Así, el primer actor,
Emilio Thuillier, hizo el papel más desairado, el del chulo
Melchor, pensando que apenas iba a durar en escena. Francisco
García Ortega, que no había pasado de segundo galán, más bien
cómico, alcanzó el rango de primer actor interpretando el papel
del seminarista Lázaro. El director, Emilio Mario, encarnó al
sargento andaluz y la también famosa Sofía Alverá, el de
Gaspara, la propietaria del mesón.
A pesar de todas estas circunstancias la obra, estrenada el 19 de
marzo de 1893, resultó un éxito inenarrable desde la famosa
copla con la que el drama comenzaba. Al final, Felíu y Codina
fue paseado a hombros. La crítica, en cambio, no fue unánime,
tal vez porque el autor no era renombrado, aunque predominó el
entusiasmo. José Yxart, el mejor crítico de la época,
escribió, aludiendo a su localización: "...región
española famosa por la brutal rudeza de sus pasiones. Y con
esto, la pasión y la vida, inmediatas y directas, del breve
drama, han podido mostrarse por entero, con toda su fuerza, con
todo su ardor, sin los enfrentamientos de una mayor cultura: todo
músculo y todo nervio... Obra genuinamente española,
inconfundible con la de ningún otro teatro, por el modo de
sentir y por el modo de hablar: por la pasión y por la
decoración". Exaltó también el magnífico escenario de la
posada y concluyó que era "obra de extraordinaria
excelencia" en la mejor tradición de la literatura
castellana. Esta vinculación de la obra con nuestro mejor teatro
clásico fue señalada también por otros críticos.
Fray Candil, a su vez, estampó: "...hermoso drama realista
a la usanza antigua... que recuerda nuestras novelas
ejemplares... conmueve a la vez que divierte... las costumbres
tienen su característica local, hasta sus olores y sus
matices... ha llevado a las tablas un pedazo de la realidad que
él ha visto y le (sic) ha llevado con la sencillez de
procedimiento de Ibsen".
Fue sin embargo, la Pardo Bazán, quien le dedicó un entusiasta
artículo, lo que más hizo por remarcar las trascendencia de
"La Dolores". En cambio, el circunspecto Clarín, que
tantas veces se equivocó, no dio todo su valor a la fuerza
dramática y sí se entretuvo en registrar ripios e
incorrecciones.
De una forma u otra, "La Dolores" se convirtió en un
nuevo emblema teatral y el maestro Bretón, probablemente, el
más prestigioso de los músicos de su época, impresionado por
el argumento, pidió permiso a Felíu para confeccionar el
libreto lírico, tal como él lo sentía. Este prurito por
escribir los textos, que también se dio en Chueca, no era la
primera vez que afectaba a Bretón, y ya lo había hecho con
"Los amantes de Teruel", aun cuando todos estimasen que
su cualidades como autor eran más que discutibles y así lo
muestra el libreto de la zarzuela, inferior al drama, que
contrasta con la esplendidez de la música.
La obra se estrenó en el Teatro de la Zarzuela el 16 de marzo de
1895, con una excelente escenografía, y los aplausos comenzaron
ya al concluir la introducción, se repitieron y se hicieron
ovación formidable en la jota con que terminaba el primer acto,
hasta el delirio final. Bretón fue llevado a hombros a su casa.
la interpretación corrió a cargo de la Corona, en el papel de
Dolores; el tenor Simonetti, en el de Lázaro; y el barítono
Sigler, en el de Melchor. Se representó 63 veces consecutivas,
cifra enorme en un tiempo que la abundante producción y la
afición del público al teatro, implicaban constantes cambios en
las carteleras.
Después, recorrió en triunfo España, los países
iberoamericanos y distintas capitales europeas. La obra entró en
el repertorio de muchas compañías líricas y se representó
continuamente hasta los años treinta. "La Dolores"
pasó a ser considerada como la obra más sólida del maestro
salmantino, que ya había conseguido un gran triunfo popular con
"La verbena de la Paloma".
Sin embargo, la Academia, que en 1892 había premiado a
"Mariana" de Echegaray en detrimento de "La
Dolores", también prefirió esta vez la versión musical
aunque, en compensación, otorgó el premio de 1896 a
"María del Carmen", otra obra de Felíu y Codina, de
ambiente murciano, claramente inferior. Tanto Bretón, como el
dramaturgo catalán fueron sucesivamente homenajeados, pero éste
no volvió a conseguir un éxito similar. Su última obra,
"La real moza", fue un medio fracaso, lo que le
ocasión un enorme disgusto, exacerbado por unos comentarios
despectivos atribuidos a María Guerrero. Se dice que esto
influyó en el derrame cerebral que en 1897 ocasionó la muerte
del escritor, que padecía obesidad y apoplejía, un mes antes de
cumplir los cincuenta años.
A veces, el hoy y el ayer no andan tan distantes. Tras el triunfo
de "La Dolores", los escritores catalanes dieron un
banquete a Felíu y Codina, ya que, si se había homenajeado a
Galdós y Echegaray, justo era ofrecer idéntico agasajo a su
esclarecido hijo de Barcelona. Sus colegas madrileños
apresurándose a decir que si les placía lo del paisanaje más
que la gloria del poeta español, bien estaba el banquete, al que
ellos se adherían sin ningún tipo de resquemor.
Domingo (26-11-2000)