La Dolores
verismo a la española


El Teatro Real y el Liceo inauguran el próximo miércoles sus temporadas. El primero lo hace con la ópera más popular de Bretón, La Dolores , que vuelve al coliseo madrileño en una nueva producción firmada por José Carlos Plaza y con Ros Marbà en el foso. Por su parte, el coliseo de Las Ramblas ha elegido un montaje de Willy Decker de Boris Godunov . La obra de Mussorgski servirá de presentación para el nuevo director musical de la casa, el alemán Sebastian Weigle, con el que ofrecemos una amplia entrevista. Con este motivo, Emilio Sagi y Joan Matabosch, responsables artísticos en Madrid y Barcelona respectivamente, comentan para El Cultural los acontecimientos más atractivos de sus vecinas programaciones.

El Real inaugura el próximo miércoles su temporada con uno de los títulos más valiosos de la historia de la ópera española, La Dolores de Bretón, estrenada en 1895 en el Teatro de la Zarzuela. Llega en un nuevo montaje encomendado al dramaturgo José Carlos Plaza y que contará en el foso con la batuta de Antoni Ros Marbà, quien guiará en las diez representaciones previstas a un doble reparto encabezado por Elisabete Matos y Alfredo Portilla. La elección de este título supone una clara apuesta por parte del coliseo madrileño por la recuperación de la memoria lírica nacional. Una memoria en la que el propio Tomás Bretón (Salamanca, 1850-Madrid, 1923) ocupa un puesto relevante como renovador y entusiasta defensor en su época de un género, el operístico, que pensaba que vendría a ennoblecer el arte musical español atenazado por la excesiva importancia de la zarzuela. Tal como señala Ros Marbà, “formó parte de ese grupo de creadores que, como Chapí, perseguían desitalianizar la ópera que se estaba haciendo en nuestro país, para crear un referente verdaderamente español dentro del género”.

En este sentido, Bretón no dudó en introducir elementos del folclore español para reproducir la realidad musical del lugar donde transcurre la acción de La Dolores . A juicio de Ros Marbà, esta presencia de jotas, pasodobles o pasacalles, es quizás algo anecdótico dentro del total de la obra pero cuyo resultado no habría que infravalorar: “Puede al principio parecer un pequeño pastiche , pero Bretón logra ensamblarlos perfectamente con la acción dramática y combinar esa parte popular con una música en conjunto muy seria y ambiciosa en los resultados. Además, hay que saber lo complicado que es musicar una jota a partir de simples acordes de tónica y dominante. Para que funcione como lo hace, hay que ser un gran compositor”.

En La Dolores , la cuarta ópera de Bretón tras Guzmán el Bueno, Los amantes de Teruel y Garín , el compositor se alejaba del tradicional melodrama histórico-romántico para adentrarse en la moderna corriente verista que recorría Europa. Él mismo elaboró el libreto a partir del conocido drama rural concebido por el autor teatral José Feliú y Codina. La acción, estructurada en tres actos y situada en el Calatayud de 1830, narra las pasiones vitales y amorosas de la joven Dolores que, seducida por el barbero Melchor, es pretendida a la vez por Patricio, un mercader ricachón, y por el sargento Rojas; también de ella se enamora locamente el seminarista Lázaro. Un complicado entramado de pasiones que desencadena la lucha por la protagonista entre Lázaro y Melchor, con el fatal desenlace de la muerte de este último de una puñalada.

Madurez compositiva
Para Antoni Ros Marbà, que estuvo al frente de la única grabación existente de la obra, ésta representa la madurez de Bretón como compositor, y “se encuentra muy en la línea del último Verdi, el de Otello o Falstaff , no tanto por la estética sino más bien por los patrones musicales y dramáticos que estructuran la obra”. El director barcelonés destacada asimismo las influencias que “como tantos compositores de la época”, demuestra Bretón, “sobre todo en el segundo acto, donde aparece el leitmotiv wagneriano a la vez que se pueden encontrar ecos de la Carmen de Bizet”. Para Ros, que inauguró el último Festival de Granada con el archipopular sainete madrileño de Bretón La verbena de la Paloma, La Dolores es “una obra eminentemente teatral que funciona a la perfección sobre la escena, al contrario que otras óperas costumbristas que vinieron después, como La vida breve de Falla o Goyescas de Granados, que dramáticamente resultan un fiasco”.

Un hecho que constata el responsable escénico de este nuevo montaje, José Carlos Plaza, para quien La Dolores supone, tras Divinas Palabras, Las Golondrinas y Ernani , su cuarta colaboración con el Real. Plaza reconoce que desconocía la trascendencia de este título y asegura haber descubierto una obra con una música profunda y emocionante, “a la que acompaña una dramaturgia extraordinaria y unos personajes de una complejidad difícil de encontrar”. Para el dramaturgo, la legendaria protagonista posee una gran fuerza como personaje: “Es un símbolo de independencia. Se trata de una mujer que, por llevar una vida sexual libre, ya es considerada como una prostituta . La pérdida de su honor la convierten en una víctima de una sociedad terrible y represora. La Dolores es un ser diferente en un pueblo mediocre dominado por las tres grandes fuerzas vivas: el dinero, el Ejército y la Iglesia”.

En el momento de idear la concepción teatral de la obra, Plaza se vio tentado por la doble posibilidad de llevar a cabo una reconstrucción fiel al momento histórico en el que transcurre la acción –algo, a juicio del dramaturgo “sin interés actual”– o trasladar la obra a otra época. Finalmente Plaza prefirió “profundizar en el interior de La Dolores ”. De esta forma, basándose en el mito, ha hecho que la ópera dé comienzo en una estación de tren, “tal como los autores la escucharon. Como una leyenda, la historia corre de boca en boca sin quedar la historia reflejada literalmente sino a través de la imaginación de los hombres y mujeres que la están escuchando”. Plaza ha hecho uso de proyecciones audiovisuales para dar salida a esta ensoñación colectiva que visualmente se configura en seis pantallas que irán trasladando lo que ocurre en el interior de los personajes: “Sensaciones y emociones presentes en la obra como la miseria, la mezquindad, la envidia, la tortura, la pedantería o la vanidad, se irán traduciendo en imágenes”, señala el director.

Escenografía de Marty
Para la esceonografía Plaza se ha servido de uno de sus colaboradores habituales, el pintor salmantino Enrique Marty, quien “ha desplegado una capacidad pictórica impresionante para plasmar la idea que yo tenía del drama. La escena está muy inspirada en Sorolla, Valle-Inclan, Goya o Buñel, pero no tiene una estética tenebrista, sino todo lo contrario, hay una explosión de colores muy fuertes”.

Para Plaza, La Dolores va más allá de los tópicos sobre nuestro país que se recogen en obras como Carmen de Bizet, que ya había alcanzado por aquel entonces enorme fama: “Su raíz trasciende lo español y abarca toda la cultura occidental. Su temática es de gran actualidad: la fuerza del dinero, de la religión, y la presencia tremenda de un ejercito, temas siempre muy candentes”. En este sentido, Plaza propone una visión universal y no localista, “por el carácter profundamente transgresor y revolucionario que tiene la obra”.

La parte vocal de esta producción está encabezada por la portuguesa Elisabete Matos –que deberá hacer frente a un exigente papel para una soprano lírico-dramática–, el tenor mexicano Alfredo Portilla, la mezzo Cecilia Díaz, además de los barítonos Ángel Ódena y Stefano Palatchi.

FORTEZA, Carlo

El cultural. 23 de septiembre de 2004